Love

Eso que llaman amor. La necesidad imperante de hundirse en el cuerpo de un otro, de respirar el aire que sale de sus pulmones y aferrarse a cada centímetro de su piel como si la vida dependiera de eso. Yo te quiero así, amor, cuántas veces te quise así: furioso, hirviendo, pegajoso. Deshacerme ante el deseo de las vísceras, divorciarme del desapego y fundirme en el calor eterno de la noche de Buenos Aires, perderme entre sábanas ajenas y suspirar con el alivio de que alguien me sostiene. Quedar atrapada en la mirada de un alguien que pueda desnudarme con un ímpetu tácito, hacer del tacto un rito sagrado y ahogarme en mares de lágrimas escurridizas. El amor, como la santísima fantasía que me acompaña en cada movimiento mío. Mis manos que me agarran el rostro fingiendo ser alguien más, alguien, no sé quién. El amor, una caricia y un puñal. Un gemido y una bocanada de aire fresco, un estertor. Hacer del amor todo aquello que inunda mis sueños desconsolados, cada paso que doy cargado de incertidumbre e impotencia. Amor, oh, amor. Cada beso perdido en el tiempo, cada mirada perdida en el mar. Amor, volvé a mí, dejame regocijarme de placer y orgullo, revolcarme en la húmeda cama de la otredad, dejame hacerme romper por alguien más. Quiero permitirme caer en las manos de la casualidad y en el eterno retorno volver siempre a la levedad del suspirar y al peso del enamoramiento de alguien más, hasta que cedan mis músculos. Quiero sentir que puedo morir mañana, que no me alcanzan las palabras, que las distancias más cortas son abismales, que el tiempo no pasa. Quiero que el tiempo deje de pasar.