En el encuentro, en la colisión entre los cuerpos, me hallo genuinamente entregada. Se lo atribuyo a tu mirar y a tu tacto suave, a tus manos temblorosas que me sostienen hasta las lágrimas y a tu andar dubitativo, que te lleva por los caminos de la vida trastabillando, no por torpe ni por tonta, sino por sensible. Y quisiera poder transmitirte que tu sensibilidad es única, y que tu sentir es maravilloso, porque no lo tiene nadie más que vos; que no es una maldición sino más bien un don, un milagro del cielo que parece que te hizo a la medida justa y a la perfección. Es que tu cara parece hecha a mano por los mismísimos ángeles, y tu cuerpo es un laberinto en el que podría perderme una y mil veces con tal de recorrerlo de un extremo a otro, por todos los caminos posibles.
En la urgencia de verte encuentro restos de ilusiones alguna vez rotas, pero nunca muertas. Nunca pude dejar de pensarte, tu nombre como un estigma en las palmas de mis manos, como si tu tacto estuviera santificado, y yo no quiero sacralizarte pero siento que desde que tus labios se tocaron con los míos no puedo más que agradecerte, infinitamente. Los besos van y vienen, pero ojalá los tuyos fueran eternos.
No es que no quiera dejarte ir, es que no quiero perder la oportunidad de aprenderme de memoria todos tus gestos, tu forma de hablar, todas tus ideas, todos tus aciertos y desaciertos, toda tu historia, toda vos. Quisiera leerte como a un libro abierto de par en par, y devorar ferozmente todas y cada una de tus palabras; quisiera que me cuentes qué soñás todas las noches, y que me digas qué se siente que tu reflejo devuelva tanta hermosura junta, digo, la puta madre, ¿cómo puede ser? ¿Cómo es que me tiene tan encantada tu voz? ¿Cómo es que me atormenta tanto tu angustia? ¿Cómo es que sueño que te vas, de nuevo, y cómo es que pienso todos los días en tu sonrisa?
Te conozco tan poco como para desearte y quererte tanto, con cada fibra de mi ser. Siento cómo se mueve el piso cada vez que te veo, cómo tiembla el mundo porque llegaste, finalmente, y te tengo conmigo una vez más. Y a veces me dejo llevar por la idea estúpida de que puedo ser tuya por lo menos un rato, tuya y de nadie más, tuya porque no puedo tomármelo con calma, tuya porque tengo muchas urgencias y vos sos una, tuya porque en la contención de tus brazos estoy protegida de este mundo hostil, tuya porque no me sale otra cosa.
Te besaría la noche entera.
Todas las noches.
Toda vos.